miércoles, 6 de febrero de 2013

Mar antiguo










Azul, azul como el cielo de verano en Provenza. Azul, como el mar que bordea su costa, el Mar Mediterráneo, el Mar Antiguo.
Me dirigía al pueblo costero, Les -Saintes-Maries-de-la-Mer, atraída por la leyenda que existe sobre él.
Atravesaba la Camargue, “Cap-Marca” en lengua de Oc que significa “sin límite”. Tierra mítica y salvaje, lugar de extensas llanuras húmedas, de arrozales, salinas, estanques y pantanos; donde galopan manadas de caballos blancos, donde los flamencos rosas encuentran su sitio y los toros bravos viven en libertad.
Al llegar al pueblo, caminé hasta la playa, me senté en la arena mirando el horizonte azul, cerré los ojos y vi llegar una barcaza. Era el año 44 después de Cristo, cuando encalló una embarcación; a bordo, entre otros pasajeros, viajaban María Salomé y María Jacobé, acompañadas de su sirvienta egipcia, Sara. Las santas dieron nombre al pueblo; sus reliquias se conservan en la iglesia Nôtre-Dame-de-la-Mer. En cuanto a Sara, los gitanos la veneran como su patrona. Su imagen negra se encuentra en la cripta, donde, cada 24 de mayo, los romaníes venidos de todas partes, acuden a honrarla.
Seguía sentada en la orilla, cuando se me acercó una niña morena que, extrañamente, se parecía a mí. Al llegar a mi altura, se paró, y mirándome a los ojos, me preguntó:”¿ Tú eres Sara?”

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