“Blaaanca
y radiaaante va la nooovia...” Se escuchaba la canción cuando la
pareja de novios se acercó al altar. Se habían disfrazado para la
ocasión. Ella llevaba un vestido blanco impoluto, tipo princesa de
cuentos, que disimulaba muy mal su embarazo de ocho meses. Él iba
embutido en un frac alquilado . El cura no se explayó mucho y les
casó rápidamente, pues,como todos los invitados, lo que quería era
dirigirse al banquete-comilona previsto.
Al día
siguiente, los novios partieron de viaje hacia Benidorm. Habían
elegido un coqueto hotel de tres estrellas cerquita de la playa.
Después
del pesado viaje en coche, ella no se encontró muy bien. Al llegar a
la habitación, empezó a tener fuertes contracciones, hasta que de
repente gritó:”¡He roto aguaaas!”.
No hubo
tiempo de desplazarse. Alertados por los gritos, acudió el personal
del hotel y más tarde un médico.
Y fue
allí, en la cama de una habitación de un hotel de tres estrellas de
Benidorm ,donde nació su primer hijo. El marido se quedó perplejo
al contemplar al recién nacido; no es que el niño no estuviera
sano, que lo estaba y además guapísimo; era su color lo que le
extrañaba. Caviló un rato y se acordó del joven africano que, unos
meses antes, solía pasear por el pueblo.
Miró al
bebé, miró a su mujer un poco cortada y exclamó:”¡Caray!¡Qué
bronceado nos llega el mozo!”.
Y los
dos se echaron a reír.
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