Esta es mi propuesta para el certamen de relatos cortos ENTC (Esta Noche Te Cuento). El tema va de seres mágicos.
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SEXTO SENTIDO
El viejo monasterio estaba rodeado por castaños
centenarios; al dirigirme a la iglesia abacial me llamó la atención uno de
ellos, más viejo, más grande, casi muerto; de sus ramas bajas colgaban objetos
variados: pulseras de plástico de colores chillones, collares de cuentas,
algunos dibujos que pretendían ser de algún santo, todo un cutrerío que me
produjo cierto rechazo. En todo el recinto no se oía ruido alguno, ni el crujir
de una hoja, ni el sonido de un pájaro, un silencio ensordecedor lo invadía
todo. Estaba caminando por la galería cubierta del claustro cuando un
escalofrío me recorrió la espalda. No insistí y me encaminé hacia la salida; en
la puerta el encargado del recinto me preguntó por la visita; cuando le dije
que había percibido unas extrañas vibraciones, mirándome por encima de sus
gafas me contestó:
—No es usted la primera en comentarlo.
Al darse la vuelta para regresar a su caseta, del faldón de
su americana creí ver asomar una cola bífida como la de las Arpías que había
visto en los capiteles del claustro.
—¿Dónde vais tan frescas? ¡Hace un frío del carajo! ¡Y además
descalzas! ¡estáis locas! —gritaba la abuela, desde la ventana de la cocina.
Mis primas, las gemelas, no hacían caso y corrían hacia el fondo
del jardín, yo la más pequeña las seguía sin rechistar. Allí, de pie, cogidas
de la mano entonaban mantras hasta que entraban en trance y empezaban a
levitar. Yo, apoyada en la esquina del cobertizo miraba de reojo al vecino de
al lado que nos observaba a través de los setos.
Ese día, no sé si por el intenso frío o por otro motivo, no
regresaron de su viaje astral; se quedaron tiesas, congeladas. El vecino, un
apasionado del tema, tuvo la gentileza de acogerlas en su casa para observar su
evolución. Las han examinado los mejores expertos en la materia y no encuentran
explicación; «tal vez despierten en primavera» —comentan.
Para el grupo de Facebook "Nosotras escribimos" administrado por Manoli Vicente Fernández.
Escribiendo con los cinco sentidos, sabor amargo.
UN TRAGO AMARGO
Tumbado en la arena de la playa, Ernst sondea, con la ayuda
de una vara, el sitio marcado; cuando topa con algo metálico, aparta la arena
que tapa la mina, luego con sumo cuidado desenrosca el tapón y la desactiva.
Recuerda sin cesar las palabras del sargento danés: «Hay miles de minas
enterradas en esta playa, minas que colocaron vuestros compatriotas; ahora os
toca a vosotros desenterrarlas.»
A los cinco meses, la playa estaba limpia. De los catorce
presos alemanes, adolescentes y niños, que empezaron la tarea, solo quedaron
cuatro.
La señora Pickwick ya se había acostumbrado a su presencia
en la casa. Después de pasar una larga temporada intentando deshacerse de
ellos, por todos los medios, claudicó y les aceptó; hasta les saludaba
atentamente cuando encontraba uno por el pasillo o en alguna habitación: «¡Hola
Martín!», «¡Qué tal, Gwenda!». Solamente les pedía que no molestarán mucho a
los huéspedes, lo justo para mantener la fama de hotel encantado.
Después de dejar el coche en el parking situado en el paseo marítimo nos dirigimos hacia la plaza de España, pasamos delante del la casa de "Los Chelines" y subimos por una callejuela hasta la Iglesia de Santa María de la Asunción, seguimos hacia el castillo de Santa Ana y su faro. Luego cruzamos el Puente Romano que da al puerto, allí nos adentramos en el espigón para admirar todo el Paseo Marítimo. De vuelta al paseo visitaremos algunos edificios relevantes de Castro. Para finalizar nos acercaremos al cementerio de La Ballena situado en una pequeña península.
Casa de "Los Chelines" (1902) en la Plaza de España
Subiendo hacia la Iglesia
Iglesia de Santa María de la Asunción (s. XIII) estilo gótico
Castillo de Santa Ana (1163) y el faro(1853) sobre el castillo