jueves, 9 de enero de 2014

En el jardín nevado

La foto es de mi hermano...hay una casita de pájaros en el árbol.

Microrrelato presentado al certamen "Esta noche te cuento".
Frase inspiradora del mes de enero: ... tras su rastro por la nieve.

                                                       EN EL JARDÍN NEVADO


Acurrucada en su butaca y tapada con una mantita, la anciana miraba por la ventana el jardín nevado. En una de las ramas del gran árbol ya sin hojas sus nietos habían instalado una casita de pájaros donde solía refugiarse algún que otro gorrión aterido. Ánibal, el gato de la vecina del primero, no lo ignoraba y muchas veces se le podía ver entre dos setos esperando su oportunidad.
Su ama, con ganas de verle en acción, echaba migas de pan después del desayuno o de la comida y esperaba, a la vez que su gato, que se acercara el pájaro. Como es de suponer la anciana apostaba fuerte por el ave y casi siempre se sonreía cuando tras picotear algunas migas, esquivaba de un aleteo las temibles garras del minino.
Desgraciadamente no siempre perdía Ánibal; ese día la abuela se entristecía al contemplar las huellas de la refriega, que poco a poco la nieve que caía iba a borrar por completo dejando el lugar impoluto y sin ningún rastro de lucha.







                                                    DANS LE JARDIN ENNEIGÉ


Blottie dans son fauteuil , une couverture sur les genoux, la vieille dame regardait par la fenêtre le jardin enneigé. Sur une des branches du grand arbre dénué de feuilles ses petits enfants avaient installé une maison d'oiseau où se réfugiait quelque moineau transi de froid. Annibal, le chat de la voisine du premier, ne l'ignorait pas et souvent on pouvait le voir entre deux haies attendant sa chance.
Sa maîtresse, qui aimait le voir en activité, jetait des miettes de pain du petit déjeuner ou du midi et attendait, tout à la fois que son chat, que l'oiseau se rapprochât. Bien entendu la vieille dame pariait fort en faveur de l'oiseau et presque toujours elle souriait quand, après avoir picoter quelques miettes, il esquivait d'un battement d'ailes les redoutables griffes du minou.
Hélas! Annibal ne perdait pas toujours; ce jour là, la mamie s'attristait en contemplant les traces de la rencontre, que petit à petit la neige qui tombait allait effacer complètement en laissant l'endroit intact et sans aucun indice de bataille.

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