Un sol
radiante iluminaba Santillana del Mar; la Villla celebraba su fiesta
en honor de Santa Juliana, patrona del pueblo.
Como
cada año, acudieron a la cita; asistieron un rato a las danzas
típicas y seguido hicieron la ruta de los vermuts, saludando a
amigos y conocidos, festejando la llegada de nuevos seres como los
mellizos de Tito que tanto le enorgullecen.
Acabaron
comiendo en un lugar de encanto, “La Huerta del Indiano”, antigua
casona recuperada y acondicionada en un magnífico restaurante,
rodeados de tranquilidad y de árboles centenarios, en compañía de
sus amigos Paco y Emi.
Brindaron
como siempre por los que faltaban, recordando los buenos momentos;
aquel también lo fue, otro instante mágico, de felicidad.
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